Degeneración macular asociada a la edad

Degeneración macular asociada a la edad

La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es una enfermedad frecuente, que afecta a personas por encima de los 55 años de edad, siendo más frecuente cuanto mayor se es. Existen dos tipos de DMAE: la forma seca y la forma húmeda (o exudativa). En la forma seca predomina la atrofia y es muy lenta de evolución y si bien la pérdida de visión que causa puede llegar a ser severa, es una forma generalmente más benigna de DMAE. La forma húmeda se caracteriza por la aparición en la retina central (la mácula) de unos vasos anormales que rezuman líquido embotando la mácula y haciendo que la calidad visual decaiga severamente y de forma relativamente rápida (semanas a pocos meses).

Tanto una forma como la otra producen daño en la parte central de la retina, la zona que llamamos mácula, que es la responsable de la visión de detalle, la que nos dota de la capacidad de ver letras pequeñas, contar dinero, mirar la hora en el reloj, ver el móvil… Es por ello que esta enfermedad puede producir, en fases avanzadas, una limitación visual muy severa.

El tratamiento de la forma seca no logra curar la enfermedad pero procura detener o ralentizar su avance. Para ello empleamos medicamentos por vía oral, con pastillas que suministran antioxidantes, vitaminas y oligoelementos que procuran mejorar la función macular.

La forma húmeda es la que más avance ha experimentado en cuanto a posibilidades de tratamiento en los últimos años. Disponemos en la actualidad de diferentes técnicas láser y de medicamentos que inyectados en el interior del ojo (mediante un procedimiento muy sencillo y –en contra de lo que pueda pensarse de antemano- prácticamente indoloro) logran curar la enfermedad en algunos pacientes, y controlarla y evitar su avance en otros. Los tratamientos más empleados hoy en día son los medicamentos antiangiogénicos inyectados intravítreos en el interior del ojo. Son medicamentos altamente eficaces pero que en la mayoría de pacientes hay que inyectar repetidamente varias veces al año durante largo tiempo para evitar que la enfermedad se reactive y vuelva a deteriorar la visión del paciente. Existen actualmente cuatro en el mercado: ranibizumab, aflibercept, bevacizumab y pegaptanib; comercializados como Lucentis, Eylea, Avastin y Macugen respectivamente.

La clave en el tratamiento de la DMAE es su detección precoz, especialmente cuando hablamos de la forma húmeda, puesto que el pronóstico visual está vinculado a la visión que el paciente tenga cuando comenzamos el tratamiento. Si empezamos el tratamiento con una visión relativamente respetada, el pronóstico es mucho mejor que cuando lo comenzamos con una muy baja visión ya instaurada.

Es por ello que resulta de importancia clave consultar al médico oftalmólogo si se aprecian síntomas que puedan relacionarse con la DMAE: pérdida de visión, visión de líneas torcidas, ralentización de la velocidad de lectura y zonas de sombra próximas al centro de la visión.

Me han dicho que tengo cataratas, y ¿ahora qué?

Me han dicho que tengo cataratas, y ¿ahora qué?

Las cataratas son una de las patologías más frecuentes que en nuestra sociedad causan pérdida de visión, sobre todo por encima de los 65 años, aunque también hay numerosos pacientes que lo presentan mucho antes de esa edad. La catarata consiste en una opacidad parcial de la lente que tenemos dentro del ojo, el cristalino, que cuando somos jóvenes nos dota de la capacidad de cambiar el enfoque de lejos a cerca.

Esa opacidad es un proceso natural del envejecimiento de los tejidos del cuerpo y no es en sí misma una condición patológica más que por la limitación visual que produce (es decir, no se debe a una enfermedad añadida del ojo).

El momento adecuado para operarse de cataratas es variable según pacientes y suele estar determinado por dos hechos: que la visión del paciente no sea adecuada para llevar a cabo su vida habitual (lo que será diferente dependiendo de las características del paciente) y que la catarata no tenga una dureza o cualidades tales que hagan peligrar el ojo en caso de no operarse.

El tratamiento de las cataratas es quirúrgico pues no disponemos de medicamentos que impidan eficazmente la aparición o la progresión de las cataratas y mucho menos que logren su remisión. La cirugía de cataratas es una de las cirugías más frecuentes en el mundo y está muy desarrollada. En ella empleamos diferentes medios tecnológicos que pueden incluir la asistencia por láser y ultrasonidos para determinados pasos quirúrgicos. En dicha cirugía el objetivo es eliminar esa lente opaca, ese cristalino envejecido (la catarata) y en su lugar implantar una lente intraocular que la sustituya.

En los últimos años ha habido grandes avances en el desarrollo de lentes intraoculares. A día de hoy estamos en condiciones de corregir casi cualquier defecto de graduación preexistente (como miopía, hipermetropía, astigmatismo y presbicia o “vista cansada”), dejando al paciente que operamos de cataratas libre totalmente de gafas o con muy poca dependencia de ellas (solo para leer letra muy pequeña, o para conducir de noche, por ejemplo). No todos los pacientes son candidatos idóneos para este tipo de lentes. Es importante consultar a un oftalmólogo con experiencia en cirugía de cataratas y en todo tipo de lentes intraoculares (multifocales, acomodativas, difractivas, bifocales, trifocales, tóricas, monofocales…) que ayudará a indicar cuál es la lente que mejor se ciñe a cada caso particular.

La cirugía de cataratas suele llevarse a cabo en régimen ambulante (sin permanencia en hospital después de ser operado), con anestesia tópica (en gotas, sin tener que pinchar alrededor del ojo) y dependiendo de los casos concretos, pueden incluso operarse de cataratas los dos ojos el mismo día, uno a continuación del otro.

Si bien es una cirugía cómoda y con un postoperatorio llevadero, no debe perderse de vista que se trata de una operación seria, en la que cambiamos por dentro parte de la estructura del ojo y que como toda operación está sujeta a un riesgo de complicaciones, que si bien es pequeño, debe ser tenido cuidadosamente en cuenta y entenderlo bien antes de someterse a la cirugía.

Moscas volantes en la visión

Moscas volantes en la visión

La presencia de miodesopsias, coloquialmente llamadas moscas volantes, bichitos, ramas, madejas, pelusas… en nuestro campo de visión es algo que afecta a numerosísimas personas y que no siempre tiene por qué reflejar ninguna enfermedad. En muchos casos, estas imperfecciones de la visión no son más que pequeñas condensaciones, grumos, irregularidades, depósitos celulares o de proteínas que aparecen flotando en la gelatina que rellena el ojo (el humor vítreo) y que no traducen ninguna enfermedad. Son alteraciones que con el tiempo van apareciendo del mismo modo que en la piel aparecen arrugas, manchitas, o en el pelo canas. Son más visibles en situaciones de alto contraste visual, como mirando a un cielo despejado, sobre una pared blanca, un folio limpio o la pantalla de un ordenador. Pueden fluctuar con el tiempo haciéndose discreta y lentamente mayores o menores.

Sin embargo, estas “moscas volantes” no siempre son inocentes condensaciones sino que pueden traducir la presencia de otro proceso que sí puede amenazar nuestra visión. Pueden deberse a un desprendimiento de vítreo posterior, una vitritis (inflamación de esa gelatina que rellena el ojo, el humor vítreo) o una hemorragia intraocular. De estos tres cuadros, lo más frecuente es que sea un desprendimiento de vítreo posterior, que consiste en que esa gelatina de la que hablábamos deja de estar pegada a las paredes del ojo para quedarse hecha un grumo (por eso aumentan las moscas volantes cuando se produce este proceso) en el centro de la cavidad del ojo. En el momento y durante las 4 a 8 semanas siguientes a producirse ese despegamiento puede darse la circunstancia de que a consecuencia de ello la retina sufra tracciones o “tirones” en puntos en los que el vítreo está más anclado a la retina. Esos tirones suelen percibirse como fogonazos de luz, relámpagos o chispazos, de aparición predominantemente nocturna y asociado a movimientos de la cabeza y del ojo.  Su presencia sí que es un síntoma que nos debe hacer consultar a un médico oftalmólogo sin demora, pues las tracciones pueden dar lugar a desgarros en la retina (del mismo modo que una pegatina puede despegarse de un papel sin romperlo… o haciéndole un desgarrón cuando está muy pegada a ello), que a su vez pueden causar desprendimiento de retina, lo cual es una enfermedad grave que puede llevar a una severa pérdida de visión y que suele precisar tratamiento quirúrgico.

En definitiva, mientras que las pequeñas moscas volantes habituales, sin grandes cambios, no han de inquietarnos especialmente, la presencia de moscas volantes de nueva aparición, especialmente cuando es súbita, y más aún si se acompañan de visión de fogonazos de luz deben hacernos consultar sin demora a un médico oftalmólogo.

¿Tienes la sensación de tener arena en los ojos?

¿Tienes la sensación de tener arena en los ojos?

La sensación de arena en los ojos, o en general la sensación de cuerpo extraño, es un síntoma muy habitual en las consultas de oftalmología. La causa más habitual es la presencia de un ojo seco, es decir, que la lágrima que tenemos es insuficiente para mantener adecuadamente humedecida la superficie ocular. Muchas son las condiciones que predisponen a la sequedad ocular: la menopausia en las mujeres, el trabajo prolongado con pantallas de ordenador, habitar en climas secos, trabajar en lugares climatizados con poca ventilación natural… Por supuesto hay también enfermedades que motivan estos síntomas, como el síndrome de Sjögren y otras enfermedades autoinmunes y de la superficie ocular.

El tratamiento de la sequedad ocular resulta a veces descorazonador para los pacientes pues no siempre es posible lograr una respuesta inmediata y plenamente eficaz a la primera consulta. Solemos ir usando los tratamientos de forma escalonada, comenzando por las lágrimas artificiales más comunes, luego otras más complejas, geles lubricantes, pomadas, para pasar después a otros tratamientos como los inmunosupresores en colirio (como la ciclosporina), el suero autólogo (una especie de lágrima artificial fabricada a base de un extracto de la propia sangre del paciente), el taponamiento de la vía lagrimal excretora (evitando que la poca lágrima disponible se pierda “por el desagüe”), medicamentos estimuladores de la secreción lagrimal (como la pilocarpina oral) y otras soluciones más complejas. A día de hoy estamos en condiciones de ofrecer una solución satisfactoria a la mayoría de pacientes con ojo seco y sensación de arena en los ojos.

Es importante establecer una buena relación médico – paciente, con una buena comunicación y llevar a cabo visitas periódicas para supervisar el estado del ojo, que además suele variar estacionalmente según el ambiente que nos rodea.